Anoche me hablaron de Armando. No sé por qué hacia tiempo que había desaparecido de mi memoria. Quizá no tanto desaparecido como diluido en otra vida. Ahora desde aquí parece que fuera otra pero en realidad era una vida lejana, divertida y despreocupada donde los protagonistas ya no somos nosotros sino personajes ajenos, esbozados y desdibujados del pasado. Por entonces se nos hacían poco las tres o las cuatro de la madrugada de un martes cualquiera tan solo hablando y hablando. Sin darnos cuenta pasábamos de la hora en la que se llega tarde a la que ya se llega demasiado temprano: porros trompeteros, humo denso, música cansina y enlazar una cerveza con la siguiente hasta que las palabras se embarullaban en forma de frases en bucle y pensamientos reiterados.
Armando siempre venía con nosotros. No pegaba mucho la verdad, era correcto, tranquilo, demasiado tranquilo. No quiero decir que no bebiera, ni que fuera un plasta. Era un tio divertido, pero divertido a su manera. Recuerdo el día en casa de PIli en el que yo me pillé a la prima flaca de Elena; al rato ella me estaba cabalgando desencajada como esos esqueletos que se cuelgan del retrovisor de los coches y se mueven desacompasados y allí tenía a Armando detrás haciendo el pavo, braceando como si fuera un muñeco de guiñol y yo que no podía contener la risa y la prima a lo suyo, hasta que se percató, se vistió rapidamente y nos mandó a los dos a la mierda. “Sois unos inmaduros” nos dijo como si eso fuera un demerito.
"Estudiar Derecho no es fácil, decía con su sorna habitual; ¿donde se ha visto una bar que tenga facultad y que las niñas pijas sean más faciles que el derecho romano?". Era un tío apuesto, yo diría que incluso guapo, vamos que había muchas que se hubieran ido con él encantadas a echar un comodato. Pero cuando llegamos a cuarto, cayó en un pozo oscuro, profundo e inexplicable para nosotros. Seguía viniendo de juerga, pero realmente ya no estaba. Nunca supimos que le pasó esos dos o tres años. Quedábamos con él en ese deseo de los buenos amigos de que uno empiece a contar sus problemas sin que los demás le pregunten nada.Silencio. Al principio echábamos la culpa a una tipa espectacular más mayor que nosotros con la que se enrolló en una apertura paralela. Se fue a vivir enseguida con ella a un piso de estudiantes y convivieron durante algunos meses. Pero no, no fue era por ella, al revés incluso, yo creo que ella lo pasó bastante mal porque veía que no podía hacer nada por él.
Acabó la carrera dos años después que nosotros y eso hizo que aunque nos seguíamos viendo con cierta habitualidad ya no fuéramos al mismo ritmo. Luis se marchó a Alemanía, yo empecé las oposiciones y el tiempo se achicaba sin dejar resquicio a otra cosa que ir viviendo y empujar la vida hacia delante. Creo que fue Maria (puffffff), sí seguro, la que coincidió con él en el despacho de Ortiz de Zarate. Por entonces volvía a ser una persona normal y aunque María nunca lo ha contado estoy seguro de que hubo algo entre ellos. (La envidia se me come). Después se metió en un banco y le fueron destinando de ciudad en ciudad hasta que consiguió acercarse a Zaragoza, pero por entonces ya no estábamos los demás.
Pues todo esto venía a que ayer alguien de la pandilla sacó el tema de que lo había visto y que había hablado con él. Se había casado con una muchacha adinerada y habían tenido un par de críos. Joder, pues resulta que llevaba ya un porrón de años casado, la vida hecha, curraba en un banco en un puesto intermedio de esos en los que no te molestan los de abajo ni te dan por el culo los de arriba, y de repente se había encoñado con una chavala de treinta y pocos y lo había dejado todo. Él mismo lo reconocía, “empecé tontamente por internet, tu ya sabes, con las bobadas de los blogs y los tuiteres y los faisbuks de las narices y se me hacían las tantas escribiendo y ganando intimidad. Esa suerte de intimidad complice y anónima que me gustaba y que nunca habia tenido". "Y un día fui a Porriño por un tema del banco y con la escusa de que estaba allí me zampé los doscientos kilómetros hasta Mondoñedo para conocerla. No sé realmente por qué lo hice, fue como caer al vacío, como dejarme llevar, como esos dos años, no sé si os acordais, en los que anduve perdido cuando estábamos en la facultad. De aquello no he terminado nunca de salir hasta ahora, -confesó Armando- nunca supe porqué me pasó.”
Hoy, en la cena de parejas, ha salido el tema de Armando y he contado la historia y casi me crucifican. Primero mi mujer, que me ha dicho que era normal porque eso de los blogs os vuelve lelos; otros me han guasapeado por lo bajinis insultándome por pardillo y despertar las dudas en el enemigo, el sector divorciadas/os lo ha defendido a ultranza apostolando por la libertad para hacer lo que cada uno le dé la gana (la misma que detestaban en sus años de casados), e incluso alguna que yo me sé, ha mirado el guguelmaps de soslayo para ver si Porriño estaba cerca o lejos de Zaragoza.
Pues nada, que estás son las historias del cuarentismo que nos llevan por callejones y recovecos difíciles de evaluar y que hace que el ir viviendo asuma nuevas emociones y riesgos.
Armando siempre venía con nosotros. No pegaba mucho la verdad, era correcto, tranquilo, demasiado tranquilo. No quiero decir que no bebiera, ni que fuera un plasta. Era un tio divertido, pero divertido a su manera. Recuerdo el día en casa de PIli en el que yo me pillé a la prima flaca de Elena; al rato ella me estaba cabalgando desencajada como esos esqueletos que se cuelgan del retrovisor de los coches y se mueven desacompasados y allí tenía a Armando detrás haciendo el pavo, braceando como si fuera un muñeco de guiñol y yo que no podía contener la risa y la prima a lo suyo, hasta que se percató, se vistió rapidamente y nos mandó a los dos a la mierda. “Sois unos inmaduros” nos dijo como si eso fuera un demerito.
"Estudiar Derecho no es fácil, decía con su sorna habitual; ¿donde se ha visto una bar que tenga facultad y que las niñas pijas sean más faciles que el derecho romano?". Era un tío apuesto, yo diría que incluso guapo, vamos que había muchas que se hubieran ido con él encantadas a echar un comodato. Pero cuando llegamos a cuarto, cayó en un pozo oscuro, profundo e inexplicable para nosotros. Seguía viniendo de juerga, pero realmente ya no estaba. Nunca supimos que le pasó esos dos o tres años. Quedábamos con él en ese deseo de los buenos amigos de que uno empiece a contar sus problemas sin que los demás le pregunten nada.Silencio. Al principio echábamos la culpa a una tipa espectacular más mayor que nosotros con la que se enrolló en una apertura paralela. Se fue a vivir enseguida con ella a un piso de estudiantes y convivieron durante algunos meses. Pero no, no fue era por ella, al revés incluso, yo creo que ella lo pasó bastante mal porque veía que no podía hacer nada por él.
Acabó la carrera dos años después que nosotros y eso hizo que aunque nos seguíamos viendo con cierta habitualidad ya no fuéramos al mismo ritmo. Luis se marchó a Alemanía, yo empecé las oposiciones y el tiempo se achicaba sin dejar resquicio a otra cosa que ir viviendo y empujar la vida hacia delante. Creo que fue Maria (puffffff), sí seguro, la que coincidió con él en el despacho de Ortiz de Zarate. Por entonces volvía a ser una persona normal y aunque María nunca lo ha contado estoy seguro de que hubo algo entre ellos. (La envidia se me come). Después se metió en un banco y le fueron destinando de ciudad en ciudad hasta que consiguió acercarse a Zaragoza, pero por entonces ya no estábamos los demás.
Pues todo esto venía a que ayer alguien de la pandilla sacó el tema de que lo había visto y que había hablado con él. Se había casado con una muchacha adinerada y habían tenido un par de críos. Joder, pues resulta que llevaba ya un porrón de años casado, la vida hecha, curraba en un banco en un puesto intermedio de esos en los que no te molestan los de abajo ni te dan por el culo los de arriba, y de repente se había encoñado con una chavala de treinta y pocos y lo había dejado todo. Él mismo lo reconocía, “empecé tontamente por internet, tu ya sabes, con las bobadas de los blogs y los tuiteres y los faisbuks de las narices y se me hacían las tantas escribiendo y ganando intimidad. Esa suerte de intimidad complice y anónima que me gustaba y que nunca habia tenido". "Y un día fui a Porriño por un tema del banco y con la escusa de que estaba allí me zampé los doscientos kilómetros hasta Mondoñedo para conocerla. No sé realmente por qué lo hice, fue como caer al vacío, como dejarme llevar, como esos dos años, no sé si os acordais, en los que anduve perdido cuando estábamos en la facultad. De aquello no he terminado nunca de salir hasta ahora, -confesó Armando- nunca supe porqué me pasó.”
Hoy, en la cena de parejas, ha salido el tema de Armando y he contado la historia y casi me crucifican. Primero mi mujer, que me ha dicho que era normal porque eso de los blogs os vuelve lelos; otros me han guasapeado por lo bajinis insultándome por pardillo y despertar las dudas en el enemigo, el sector divorciadas/os lo ha defendido a ultranza apostolando por la libertad para hacer lo que cada uno le dé la gana (la misma que detestaban en sus años de casados), e incluso alguna que yo me sé, ha mirado el guguelmaps de soslayo para ver si Porriño estaba cerca o lejos de Zaragoza.
Pues nada, que estás son las historias del cuarentismo que nos llevan por callejones y recovecos difíciles de evaluar y que hace que el ir viviendo asuma nuevas emociones y riesgos.