He adquirido desde hace unos días el hábito recurrente y a la vez sospechoso de que cada vez que asiento mis posaderas en la loza del señor roca me hago acompañar del Camaleón Soltero. Estoy seguro de que vuestros pensamientos atrevidos y lascivos os hacen representarme junto al iguano como protagonista de alguna visión facilitadora del pecadillo de Onan, pero siento desencantaros: nada más lejos de la realidad. Así que salvaré aqui, mi ya empobrecido honor, contando una reseña a bocajarro del asunto.

En nuestro grupo, adquirió el mentado egresado, gran resonancia por un acontecer irrisorio de esos que se acomodan en la tradición oral intestina de los compadres; pero que, fuera de ellos generan perplejidad y desdén en el resto. Y que se manifiesta en la consabida pregunta ¿De que cojones se reirán estos imbéciles?
Resulta que un amigo del independiente lector, y también nuestro, anduvo de viaje por las islas japonesas. A su regreso nosotros le hicimos todas esa preguntas propias de nuestra altura de miras: es decir: si las japonesas estaban buenas, si era verdad esa leyenda promiscua de las colegialas niponas y cualquier otro referente característico de nuestra suciedad de miras y bajos hábitos pornográficos de aquellos recién estrenados noventa.
Pero el zagal, lejos de equipararse a nuestros mediocres propósitos inquisitoriales y con el objetivo claro y altivo de destacar una vez más por encima de nuestra bajura, no tuvo más ocurrencia que preguntar a voz en cuello. ¿Oye en Japón hay muchos latifundios? cuestión que sirvió para que, tras ponerle todos cara de catador de vinagre y corear la lerdez a modo coral , quedara ya para siempre apodado con el pronombre caustico de El latifundios.
Es por eso que desde aquel lejano y venturoso año 91, siempre y cada vez que a alguien le da por visitar países lejanos sean insulares, peninsulares o continentales es sana costumbre de nuestra tribu requerir al viajero sobre la existencia o no de latifundios en esas tierras visitadas. Lo cual tratándose de Arkansas pudiera tener cierto sentido pero que referido a Mondoñedo provincia de Lugo no hace sino acrecentar nuestra reiterada fama de majaretas de atar.
No os recomiendo el libro, pero no por carecer de interés, que lo tiene y mucho, sino por no embarcaros en una búsqueda baldía y compleja para encontrar este folletín descatalogado. Sin ir mas lejos, yo solo he podido lograr. en un rastro de viejo, y en una versión añosa y pegajosa que estoy leyendo no sin escrúpulos, ya que contiene restos creo que humanos pero de sospechosa procedencia anfibia que bien pudieran ser incluso escamas del propio oviparo de Iria Flavia donde por cierto ignoro si proliferan o no los latifundios.