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Channel: EL CHICO DE LA CONSUELO
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Josep Pla y Victor Erice o el elogio de la lentitud.

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La descripción de la lentitud solo está reservada a los genios, a quienes saben utilizar palabras e imágenes con pincel fino, a quienes no necesitan de lo trepidante para tenerte absorto en la página o la secuencia. Me he terminado el primer año 1918 del Cuaderno gris de Josep Pla (Traducido por Ridruejo y su esposa Gloria de Ros). Y casi sin querer y a un tiempo me he visto Cerrar los Ojos de Victor Erice.

Erice es un maestro de la luz y la lentitud, que no siempre coincide aunque también con el primer plano. Cada mueble, cada doblez de un paño, cada reflejo en una cara, cada cosa que aparece en la imagen está pensada y repensada para construir un cuadro. Me ha recordado al primer Sorrentino a aquel de Las consecuencias del Amor y también al posterior, al de los Papas (especialmente el de Malkovich) donde la belleza sobrepasaba el argumento. 

 

Josep Pla se encandila en los colores y los olores, en los vientos que soplan y en los recuerdos que vuelven, un diario que se inicia con el cierre de la universidad por la pandemia (de gripe del 18) y que se va demorando durante un año contando la vida de sus amigos, de su familia; reflexionando sobre lo días frios e impares de un febrero cualquiera en su Ampurdán vivido como un libro. Y sobre todo sabiendo a sus veinte años que escribir es lo que va a hacer toda su vida, nada menos.

Y a la delicia de Pla, hay que sumarle la traducción de casi 900 páginas de Ridruejo buscando y encontrando el adjetivo perfecto en español que encaja en el puzzle de cada frase, el verbo que te lleva en brazos, la descripción que acuna dulce y lenta de fondo. Dice Jose Luis Garci, otro maestro de la lentitud, que El Cuaderno gris es uno de sus libros favoritos, no me extraña. Es como esos cuadros en los que se puede acariciar el olor a leña, la bruma de mañana, el viento tibio del atardecer rojizo frente al Mediterraneo.


Erice pinta un lienzo, lo hace equilibrado, ordenado aunque sea del desorden. Que belleza la primera imagen abriendo las ventanas y luego cuando nada más se necesita aparecen los personajes y los diálogos pausados y las caras que todo lo reflejan. Que maravilla el reencuestro de Manolo Solo con Soledad Vilamil ( El secreto de sus ojos) todo lo que se dice y lo que no en ese espacio a medio iluminar lleno de recuerdos y explicaciones pendientes. Qué maravilla la aparición de Coronado, esa proyección final en el Cinema Paradiso queriendo recordar, digo olvidar, tantas vidas que han quedado por el camino.

Y es que al final el momento que evoca prevalece sobre el relato explícito. Y la elipsis forma parte presente entre lo que se muestra. Los años que no se ven se recrean en el espectador y el lector como si los hubieran contado. Y al final cada página, cada encuadre es una obra maestra.

(Me tengo que ir pero seguiré contando)




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