Era una mañana soleada de abril,
la primera vez que fui a Sevilla,
mi mujer estaba allí,
trabajando,
éramos todavía novios,
unos amigos nos habían sacado entradas para rejones en tendido de sol.
No puedo decir que sea aficionado a los toros,
pero sí que recuerdo una intensidad de emoción
difícil de justificar en aquella faena de Hermoso de Mendoza…
Muchas veces me he sentido culpable por aquello,
y solo puedo responder
con la subjetividad cruel de la belleza.
El 25 de abril de 1999 a eso de la una del mediodía, Pablo Hermoso de Mendoza, cortó dos orejas y un rabo a un toro de Fermín Bohorquez. Fue el último rabo que se ha cortado en la Maestranza. Dicen los historiadores que aquella faena es la mejor en toreo a caballo de la historia del rejoneo, yo solo puedo decir que en ese ilustre (según parece) momento para la historia de la tauromaquía estaba allí viéndolo y que no sé porqué, pero disfruté… y también que la futura nuera de la consuelo no estaba, porque en ese preciso momento decidió irse la baño. Así se escribe la historia.
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