Si empezamos diciendo, como he leído en otros sitios, que La hora violeta de Sergio del Molino va de la enfermedad de un niño, este libro no se lo leería nadie. Y sería una pena, porque es uno de los libros más interesantes y mejor escritos que me he leído últimamente. Pero es que además, sería mentira porque el libro, a mi entender, no va de eso, o por lo menos, no solo de eso.
La hora violeta es un diario en primera persona, una descripción del yo desde la perspectiva más profunda del dolor personal (disculpad el arrebato de intensidad, pero lo veo así), día a día, hora a hora, en donde se ve como el autor toma sendas paralelas con “entretenimientos”, válvulas de seguridad que permitan desaguar tanta tristeza, a través de la descripción de libros, músicas y anécdotas que se unen para poder soportar una cotidianeidad cotidianidad en carne viva, un relato que te abre heridas en cada página, que te arrasa los ojos en un pleamar de lagrimas con cada línea que lees.
Es un libro egoísta, egocéntrico a más no poder, cuenta lo que siente él, solo él, sin disculpas, sin concesiones al lector, puede hablar de pajas, de putas en medio de la descripción de la enfermedad porque le da la gana, porque le sale de los cojones, porque el libro es su manera de llorar y nadie llora con los ojos de otro. Su mujer, su hermano, sus amigos toman una posición voluntariamente tan secundaria que en algún momento pensé si estaba separado. Y no, no es que los desconsidere, sino que aquí no caben, escribe de él, solo de él, solo en primera persona, en primerísima persona.![la hora violeta la hora violeta]()
El libro cuenta el cambio de su vida, una vida culta (a veces cultureta) de intelectual y escritor en gestación, de reportero en el periódico de mi pueblo, hasta que esa vida da un giro de la noche a la mañana cuando le comunican que su hijo de un año tiene leucemia. Cuenta lo que va corriendo por su cabeza de padre de treinta y pico noche tras noche en la planta de oncología o en la soledad de su casa esperando a que amanezca.
Y a partir de la primera página el libro toma tono de tragedia, de final irremediable, (no spoileo lo cuenta al comenzar) y a veces es como cuando no queremos oír algo y nos tapamos los oídos y gritamos aaaaaaaaaahhhh eludiendo el tema hablando de otra cosa y a veces sin embargo hablamos sin pudor y a borbotones profundizando en la enfermedad con datos minuciosamente médicos (la profundidad no deja de ser una manera también de huir hacia adentro, una manera de no topar con lo más cruel de la enfermedad a fuerza de detallarla técnicamente) y todo ello con un lenguaje precioso no preciosista, sensible no sentimental, de quien sabe escribir muy bien y que además sabe que escribir es la única rendija que le queda para tomar aire (no para escapar porque el nunca escapa).
Ya sé que llegados a este punto, conociendo como conocéis mi hipocondría enfermiza, os estaréis preguntando ¿pero que hace este tío leyendo este libro? él que nos puso a parir por leernos El Matrimonio feliz, él que no perdona el uso de niños que mueren ni en las policíacas de González Ledesma, el que es capaz de escribir un post sobre los moluscos contagiosos y un poema sobre la gripe… pues la culpa la tiene mi santa esposa que se empeñó en leerme en la cama las páginas que le gustaban como se le lee a un niño (contradictoriamente) un cuento (de terror) para que se duerma.
Ya sé que no te lo vas a leer, pero escucha por lo menos, que te leo una página, “lo urgente nunca deja tiempo para lo importante…pero lo urgente es todo aquello que nos permite desatendernos y seguir vivos. Somos nuestras tareas. Somos los platos sucios, los artículos sin entregar, las casas por barrer, los polvos por echar y los recados por cumplir. Somos los plazos de nuestra hipoteca, la declaración de la renta y la llamada al fontanero para que repare la caldera. Somos lo urgente, sin ello quedamos reducidos a mera carcasa conceptual.(…) Lo urgente es también este libro. Con su escritura esquivo lo importante. Encaro la pena con palabras, y mientras resuelvo problemas de estilo, depuro el lenguaje y estructuro sus páginas, evito ser tragado por lo importante. “
Y escuchaba, y se me iba pegando el ritmo de las frases, y mi cabeza, como guareciéndose de las pesadillas que me causaban algunos párrafos, se iba desconectando y cayendo en un duermevela que me hacía olvidar y recordar a un tiempo que en la habitación de al lado dormían llenos de salud mis dos hijos. Y me apagaba. Y por la mañana al despertar, las últimas frases se asomaban agazapadas en los claroscuros de las historias mal soñadas y me lanzaban súbitamente a darles a los críos mil besos… al punto que creo que pensaron que su padre había perdido definitivamente el juicio. Nunca se besa tanto a los hijos como mientras se lee este libro, os lo aseguro. Y así fue que empecé a leerlo poco a poco y no pude dejar de hacerlo, Y en dosis diaria adecuada lo fui engullendo y me fui enganchando a él como a los amores dañinos, con una mezcla de atracción irrefrenable y el deseo de que acabara de una (puñetera) vez.
Leedlo, sin ninguna duda. No me vengáis con que ahora no estáis para leer sufrimientos. Leedlo. Dejaros de que ya habéis leído Paula de Allende o Mortal y Rosa de Umbral, esto es otra cosa, aunque es también su heredero. Leedlo.
Además el libro tiene banda sonora porque la música va acompañando coherentemente a los capítulos… Me he entretenido haciendo una lista del spotify con todas las canciones que salen (la verdad es que no conocía casi ninguna pero me han gustado)… os la pego. Y si queréis os pongo también enlace a su blog.
Perdonad la inmodestia, pero este cruce de tweets con el autor me ha hecho ilusión Así que los pego por aquí.
Ya se cuadrilla de malvados que alguno/a va a poner la frase de Mr Lobo, pero me da igual. Me ha hecho ilusión y ya está.
![del molino tweets del molino tweets]()